sábado, 29 de mayo de 2010

"San Clemente" de Raymond Depardon (1982)


San Clemente
es un lugar que está hecho por las personas que lo conforman. A diferencia de Titicut Follies donde la institución rebasa al individuo, lo que Depardon observa aquí es historias patéticas de abandono y soledad que estelarizan personajes tan coloridos en sus movimientos y forma de hablar que el documental no extraña el color en su fotografía a blanco y negro. Se siente que Depardon los conoce, sabe más o menos cómo puede reaccionar cada uno a partir de la convivencia que se ve que ha tenido y que no quiere ocultar. Tampoco oculta que su presencia no siempre es tolerada. Vemos a una viejita corriéndolo a escobazos, atacando directamente a la cámara.


Resulta impresionante cómo un enfermo mental puede evidenciar la convención cultural de ignorar la cámara y "actuar naturalmente". En San Clemente, la cámara de Depardon atraviesa por un enfrentamiento directo por parte de los enfermos. A diferencia del evidenciamiento en los medios que realiza el verité, aquí no es intencional, pero Depardon decide incluirlo en la edición. Son escenas muy poderosas, en las que como espectadores nos sentimos vulnerados y cerca de los internos. Alguno de ellos agarra el boom o se dirige a la sonidista y codirectora Sophie Ristelhueber, otros saludan a "Raymond", otros le piden un cigarro.... y Depardon no los corta para mantener la ilusión de cámara omnipotente. Se sincera y acepta que el cine se hace con una persona viendo a través de una cámara.



La cámara de Depardon es paciente. Deja que las acciones se desarrollen frente a ella mientras encuadra de forma muy bella. Él es un excelente fotógrafo, aparte de encuadrar precisa y limpiamente, maneja contrastes muy balanceados y estéticos. Además, adivina las acciones y las sigue, como cuando un interno está pidiendo su cambio de centro y entra alguien al cuarto. Depardon lo sigue, al parecer lo vio entrar por el rabillo del ojo y es justo cuando camina frente a cámara que la cámara se mueve en su dirección.



Una secuencia particularmente bella y triste es el seguimiento que hace Depardon en una salida de los enfermos a la ciudad. Una mujer pide que le hagan una foto y se la envíen a San Clemente, ella no sabe en qué calle o número está, sólo sabe que es San Clemente porque su vida se ha visto reducida a esa institución, ella insiste mucho en que se la manden. Es un importante registro de su vida fuera. La relación de un enfermo mental con la cámara, ya sea de foto fija o en movimiento, es muy particular. Es como una herramienta poderosa para poder fijar la memoria en el caos que muchos malestares psíquicos pueden crear.





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