La principal premisa de mi autoretrato es la confesión de no saber quién soy, retratar esa búsqueda y dejar ver entre líneas quién es la persona que se pregunta qué hace, dónde está, a dónde va y quién es. Mi idea de hacer un alfabeto que vaya desglosando ideas y nociones que tienen que ver con mi vida, a partir de fotos fijas, videos apropiados, videos caseros y nuevo material, ha evolucionado a partir de éste cuestionamiento.
La idea es empezar explicando cómo va a ser mi autoretrato, enseñar en la letra A mi miedo a las abejas, en la letra B un retrato de una tía cercana, en la letra C una cita de Clarice Lispector, en la letra D un silencio de no saber qué decir.... entra otra voz en off a interrumpirme, soy yo también. ¿Porqué hago estas tonterías distractoras y no hablo de las cosas que me atormentan verdaderamente? Confieso tener miedo de ser juzgada, de que se den cuenta de que soy esquizofrénica en potencia, de que soy buena y mala, que tal vez algún día mate gatos. En ese momento interrumpe otra voz, es la de mi mamá diciendo que su hija es buena, que nunca le haría daño a nadie, que ama al mundo y quiere que mejore. Sigue el alfabeto, E es de estudiosa, F es de la idea de lo femenino, G es de mis colores favoritos, H es de Hernández. Entra la voz de mi papá diciendo que más me vale que quede bien mi corto, que confía en mi, que soy especial. Digo que ya no quiero seguir haciéndolo, quiero irme a la playa, quiero ser astronauta, el mundo no va a cambiar y yo ya tengo veinte años, no... veintiuno.
Así, mi autorretrato tiene momentos en los que yo le confieso al espectador no saber de qué hablo, que mucho de lo que digo es inverosímil y que ni yo confío en mi misma. Quiero empujarme a decir cosas realmente honestas aunque incómodas, quiero aprovechar para hacer confesiones a mi misma. Creo que la verdad de mi autoretrato puede radicar en el escepticismo con el que acepto verlo desde el principio, que al final, puede ser un retrato fiel de quien soy y cómo miro al mundo.
Por otro lado, quiero que la inclusión de mis papás sea espontánea. Quiero grabarlos platicando de mí misma, ver cómo reaccionan a algunas confesiones de cosas que pienso o hago y ellos no saben, preguntarles de cosas que pasaron antes de que yo naciera e incluso confrontarlos entre ellos. Después, preguntarles de algunas de las cuestiones del alfabeto para que sean un punto de partida de cómo incluirlos. Me parece una excusa interesante para reclamarles cosas de las que no hemos tenido tiempo de platicar. Estas entrevistas entrarían a manera de interferencia a la otra convención no realista del alfabeto. Me da un poco de miedo tener a mis papás opinando acerca de mi vida, pero creo que ahí es donde se puede aprovechar la interacción entre diferentes opiniones que, sin embargo, terminan excluyendo la objetividad porque me quieren. No obstante, la complejidad de nuestras relaciones puede terminar en juicios crueles o sorprendentes que me gustaría explorar en la letra M de muerte, de la que por ejemplo, puedo negar querer hablar.
miércoles, 14 de abril de 2010
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