
En Delitos Flagrantes se puede observar la fuerza de la cámara en un espacio. Depardon no hace ruido, no mueve la cámara, está en un rincón del cuarto donde la ley entrevista a los presuntos criminales y espera. Sin embargo, su presencia cambia la manera en la que se comportan los personajes retratados, sobre todo los criminales. Ellos hacen un esfuerzo en ganarse a la cámara, como si ésta infiriera en el resultado final de su proceso. Hay una chica que despliega toda una actitud dramática, que revela que se prostituye y vende droga de forma altanera y carismática; hay un hombre que de plano voltea a cámara y sonríe, diciendo que si va a la cárcel será sólo por una cachetada a manera de chiste. El plano general que balancea la imagen (mitad para el interrogado, mitad para el interrogador) y la falta de variación del mismo sumergen al espectador en un estado parecido al que los jueces y abogados deben experimentar. La rutina de la observación y la escucha, hacia el mismo punto, la misma silla en donde desfilan personajes muy particulares. La mayoría cometen delitos menores y no será su primera ni su última vez.



"Relative to the Anglo-Saxons, I'm more impressionistic. "So French," as someone told me one day when I was showing them photos from Notes. And it's true. Other filmmakers, if they'd treated the same subjects, would have zoomed in to the bitter end, done one big "close-up," as they say in American journalism."- Depardon
(http://findarticles.com/p/articles/mi_m0268/is_6_39/ai_75577300/pg_3/?tag=content;col1)
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