sábado, 29 de mayo de 2010
"Titicut Follies" de Frederick Wiseman (1967)
En Bridgewater, institución mental, los pacientes son los primeros en adaptarse a la cámara, en evitar las inhibiciones dramáticas que contrastan con las actuaciones de personajes buenos frente a cámara que hacen los burócratas que manejan la institución. Wiseman hace un retrato de Bridgewater a nivel general, recupera atmósferas y climas de frialdad humana y los contrapone con cuerpos errantes, desnudos y deformes por momentos.
El documental empieza y termina con un talent show montado por los mismos internos que tiene un aire siniestro. Sin embargo, es en esta secuencia donde por primera vez llegamos a confundir quiénes son los locos y quiénes los doctores. Pareciera que trabajar ahí es estar también al borde, los actos rutinarios están marcados por una naturaleza siniestra: baños forzados, intervenciones oculares, encierros.... y Wiseman parece decirnos que todo ésto está velado dentro del edificio.
Él hace un trabajo impecable al delimitar el espacio y por lo general, sus encuadres incluyen algo de las texturas de fondo: ladrillos derruídos, paredes de concreto. Nos sofoca, crea un sentimiento general de angustia. También contrapone la vulnerabilidad del individuo frente a la institución, cuadros generales donde un sujeto se ve reducido a la inmensidad del edificio que lo constriñe.
Me parece interesante la búsqueda de un montaje que refuerze más que narrativamente, una tesis acerca del objeto retratado. Utiliza montaje paralelo y gradual, también utiliza la acumulación de secuencias que tienen un parentezco temático para reforzar ciertos temas, como el de las intervenciones físicas que se realizan a los internos. Así crea un fresco de texturas y sensaciones que hay dentro de una institución que si es una metáfora de Estados Unidos, nos habla de la vulnerabilidad de una persona frente a la instituciones que lo rebasan y de cómo éstas gradualmente desgastan su ser. Y este documental fue censurado mucho tiempo, porque hacía lo impensable: sacar los trapos sucios de una institución que a manera de fortaleza, está constituída para que el exterior no se entere de qué pasa dentro.
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